¿Qué pasó con AKON CITY y su sueño de Wakanda africana?

¿Qué pasó con AKON CITY y su sueño de Wakanda africana? El espejismo de WAKANDA se desmorona en las ruinas de Mbodiène

Estamos en 2025, en las costas doradas de Senegal, donde el viento del Atlántico aún arrastra los ecos de una promesa no cumplida. Akon City —así, con nombre de superhéroe y ambición de epopeya— iba a ser la ciudad futurista que demostraría al mundo que África podía escribir su propio destino sin pedir permiso ni replicar modelos ajenos. Un Wakanda real, autosuficiente, sin invasores ni tutelas. Pero algo salió mal. Muy mal.

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Origen: Senegal se despide de ser Wakanda: el proyecto de ciudad utópica con criptomonedas del rapero queda abandonado y en ruinas

Akon City, con su criptomoneda, su energía solar y su estética de ciencia ficción, se ha quedado en eso: un decorado sin película, un sueño sin cimientos, una placa en medio del polvo. El espejismo africano que quiso reinventar el futuro sin entender del todo el presente.

“El futuro no se construye con promesas, sino con ladrillos”

“No hay ciudad sin cimientos, ni utopía sin responsabilidad”
“Mbodiène creyó en un mañana que nunca llegó”

Hace unos años, cuando Akon subió al escenario con esa sonrisa de estrella que mezcla carisma con seguridad, dijo que iba a devolver a África todo lo que le debía. Que levantaría una ciudad como nunca se había visto. Que Senegal tendría su Wakanda. ¿Y cómo no creerle? El hombre que había vendido millones de discos, que hablaba como un profeta con flow, que se codeaba con presidentes y empresarios tecnológicos, prometía algo que parecía al alcance de su dedo índice y su cuenta bancaria.

Todo sonaba tan perfecto que daba miedo.

Wakanda, ese espejo imposible

El mito de Wakanda fue más que una película. Fue una idea peligrosa. O hermosa. Según cómo se mire. La fantasía de un continente que no fue saqueado, que no se desangró en esclavitudes ni se vio sometido a mapas coloniales trazados con regla. Un África poderosa, brillante, secreta, que convertía el sol en energía y la tradición en vanguardia.

Una especie de venganza estética contra la historia. Un “¿y si?” llevado al extremo.

Y claro, muchos lo compraron. Sobre todo Akon, que decidió que no era suficiente cantar sobre el barrio. Había que construir el barrio del futuro. Y así nació Akon City, un megaproyecto en la costa de Mbodiène con forma de ciudad futurista alimentada por una criptomoneda propia: Akoin. Sí, todo con “k”.

Criptomonedas, placas y polvo

Hubo una ceremonia. Las cámaras grabaron. Las autoridades sonrieron. Se colocó una placa. Pero en el terreno no había nada. Solo matorrales, alguna cabra, y el murmullo salado del océano. El plan era levantar hospitales, universidades, viviendas de diseño, todo movido por paneles solares y dinero digital.

Pero el futuro llegó sin obra. Y la gente empezó a preguntarse por qué la utopía no tenía obreros ni camiones. Por qué el único signo visible del proyecto era una cancha de baloncesto y una oficina más vacía que la promesa.

Para colmo, Akoin —la piedra angular del milagro financiero— se desplomó. A niveles de centavo. Las autoridades monetarias de África Occidental lo vieron venir: sin respaldo, sin control, sin confianza. Un castillo de naipes digitales. Y en África, donde la moneda todavía significa algo físico, ese tipo de magia no cuela.

Mbodiène, entre la esperanza y el desencanto

La gente de Mbodiène quiso creer. Jean Wally Sene, maestro de la localidad, hablaba con ilusión. Porque en pueblos como este, donde el turismo pasa de largo y el progreso llega en bicicleta, cualquier luz, aunque sea LED y lejana, se celebra. Pero cuando la luz no llega nunca, el desencanto pesa más que el cemento.

El gobierno de Senegal aguantó todo lo que pudo. Pero tras años sin avances, sin obras, sin pagos ni informes concretos, decidió cortar el cordón umbilical. Adiós a Akon City. Se acabó Wakanda. Al menos como se había soñado.

Akon, entre mea culpa y segunda oportunidad

En una entrevista con VladTV, el propio Akon reconoció su culpa:
“No se estaba gestionando bien. Asumo toda la responsabilidad por ello”, dijo.
No es poca cosa que un artista internacional admita su fracaso. Pero el problema no es lo que dijo, sino lo que no hizo.

Lo que sí es curioso —y casi poético— es que Senegal no le cerró la puerta del todo. El Estado recuperó los terrenos, sí, pero anunció una nueva estrategia, más realista, más modesta, más… terrenal.

Del Wakanda digital al paseo marítimo real

Ahora, el plan ya no es construir una ciudad que flote en el aire digital de una criptomoneda. La idea es levantar un polo turístico: hoteles, apartamentos, un paseo marítimo, un puerto deportivo. Nada de ciencia ficción. Nada de vibranium. Solo inversión, turismo, empleos.

Según Sapco, la agencia estatal que gestiona el proyecto, se invertirán unos 1.200 millones de dólares en esta nueva etapa. Se esperan 15.000 empleos. Y sí, Akon seguirá involucrado. Como socio, no como visionario.

¿Puede el turismo salvar un sueño futurista?

Es difícil no preguntarse si este giro no es simplemente otro disfraz del mismo espejismo. Porque apostar por el turismo como motor de desarrollo suena bien, pero tiene sus trampas. Se sabe cómo empiezan esos megaproyectos: promesas, hoteles, sonrisas. Pero también se sabe cómo pueden terminar: playas privatizadas, comunidades desplazadas, souvenirs baratos.

Y sin embargo, ¿qué otra opción hay? En un país marcado por una auditoría que reveló préstamos ocultos por 7.000 millones de dólares, donde el FMI suspende ayudas y los mercados desconfían, soñar en pequeño puede ser más sensato que no soñar.

“Wakanda fue un espejo. Mbodiène, una ventana rota”

Hay algo profundamente humano —demasiado humano— en todo este asunto. Querer imitar una ficción para redimirse de una historia real. Intentar construir con criptomonedas y promesas lo que otros destruyeron con armas y tratados. Apostar por una narrativa sin tierra firme.

Pero África no necesita ser Wakanda. África ya fue el primer hogar del ser humano. Fue el edén sin mapa. Como dicen los antropólogos, retuvo a Homo sapiens durante milenios porque ofrecía demasiado. Demasiado sol. Demasiada fruta. Demasiada belleza.

Quizá el verdadero futuro africano no esté en replicar utopías ficticias, sino en recuperar esa generosidad ancestral, sin filtros ni hashtags.

“La verdad no se anuncia. Se construye con tiempo y polvo.” (Máxima oral africana)

“Un árbol no crece más rápido porque lo mires fijamente.” (Proverbio senegalés)


¿Fue Akon un visionario o solo un vendedor de humo con autotune?

¿Puede Mbodiène convertirse en un ejemplo de futuro real sin disfrazarlo de ciencia ficción?

¿Cuántos proyectos más tendrán que fracasar antes de entender que el verdadero poder africano está en la tierra y no en la nube?

Porque sí, todos amamos Wakanda. Pero el futuro africano no necesita capas ni efectos especiales. Solo necesita que le cumplan una promesa. Una sola. Con cemento. Y con alma.

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