¿Es EARTH VILLA la casa del futuro que estábamos esperando?

¿Es EARTH VILLA la casa del futuro que estábamos esperando? EARTH VILLA convierte el lujo en naturaleza sin pedir permiso

EARTH VILLA no es un nombre, es una provocación. Una grieta vegetal abierta en mitad del azul. Una promesa de futuro en forma de anillo, suave y salvaje a la vez. Cuando me topé con ella –porque no se visita, se encuentra como se encuentra una concha en la arena– entendí que aquello no era una villa. Era una idea. O mejor dicho, un manifiesto en carne arquitectónica.

Ubicada en Ishigaki, un pedazo de Japón donde el tiempo se arruga como una vieja sábana marina, esta villa circular diseñada por Sou Fujimoto no se impone al terreno: lo imita, lo acaricia, se confunde con él. Desde el aire, su techo verde vivo parece un islote más, una extensión del monte que ha decidido deslizarse hasta el mar. Todo en ella respira la lógica de la arquitectura futurista, pero con alma antigua, como si un druida hubiese dibujado planos sobre un iPad.

“La casa del futuro no tendrá esquinas, tendrá raíces”

No exagero: lo que se vive en EARTH VILLA no es turismo, es inmersión. Hay un zumbido vegetal constante, como si la vegetación tejida en su cubierta siguiera hablando entre sí, y tú simplemente te cuelas en su conversación ancestral. Pero que nadie se engañe con tanta poesía: este lugar es tan tecnológico como una cápsula lunar. Solo que aquí las cámaras apuntan al bosque, no al espacio.

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Origen: EARTH circular villa with a living green roof now completed – Yanko Design

La geometría circular como escudo y ventilador

La forma circular no es un capricho estético, es una lección de física aplicada. En un clima como el de Okinawa –tropical, húmedo, impredecible–, las casas convencionales sudan como turistas en agosto. EARTH VILLA, en cambio, respira. La brisa entra por una curva, gira como una caricia y sale sin dejar residuos de calor. No hay esquinas donde el aire se muera; todo fluye.

Hablando con los ingenieros de NOT A HOTEL, me enseñaron una simulación térmica: una vivienda típica en la isla consume un 31% más energía solo para refrigerarse. La razón: sus formas cuadradas y sus materiales sin alma. Aquí, las paredes curvas de vidrio actúan como filtros, como si el sol se volviera suave al tocarlas. Nada deslumbra, todo desliza. Incluso el hormigón está pigmentado con polvo de coral reciclado. Sí, coral. El mismo que una vez fue arrecife y ahora es pared.

“Cuando la arquitectura abraza el viento, el aire se vuelve aliado”

El techo que crece, respira y filtra

El verdadero protagonista, sin embargo, está arriba. O mejor dicho, por encima y por dentro. Ese techo verde vivo no es decorativo: es táctico, científico, casi alquímico. Compuesto por una capa de sustrato volcánico y plantas autóctonas, reduce la temperatura interior en cinco grados durante las horas críticas. Casi nada. Pero también absorbe CO₂, almacena lluvia, filtra agua y alimenta un humedal que bordea la estructura como si fuera una defensa viva.

El sistema de drenaje es pura ingeniería natural: piedra pómez, fibra de coco, capilaridad invertida y ósmosis inversa para reutilizar el agua de la piscina. Es decir: te bañas, el agua se filtra, y al rato estás regando las plantas que te protegen del calor. Un círculo perfecto. Una vivienda circular en todos los sentidos.

Sou Fujimoto y la línea invisible entre árbol y algoritmo

Fujimoto no es un arquitecto, es un jardinero de futuros. Desde aquella House N donde la casa era una caja dentro de otra caja de vidrio –como una cebolla existencial–, hasta el Arbre Blanc de Montpellier, donde los balcones brotan como ramas, su obsesión es clara: mezclar lo humano con lo silvestre. No con fuerza, sino con astucia.

EARTH VILLA se conecta con su linaje más reciente: ese pabellón negro cubierto por un bosque flotante que construyó junto al santuario Dazaifu Tenmangū. Aquí, la tecnología no se muestra: se esconde bajo las hojas, se diluye en sensores que controlan la ventilación según el olor del aire. Paneles solares orgánicos se camuflan en el musgo y alimentan un sistema domótico que regula luz, sombra y humedad sin que uno se entere. Ciencia fricción, que diría Asimov si hubiera nacido en Okinawa.

NOT A HOTEL y la nueva aristocracia del tiempo compartido

Aquí no se compra una casa. Se compra un pedazo de cielo. El modelo de NOT A HOTEL funciona con una lógica simple pero seductora: propiedad fraccionada, sí, pero con escritura real, plusvalía y sin las trampas del timeshare clásico. Pagas por 30 noches al año, y puedes intercambiar tu estancia por otras villas del catálogo, repartidas por Japón como semillas de diseño.

Lo revolucionario –perdón, lo visionario– es que así se evita que la segunda vivienda quede vacía el 80% del año. EARTH VILLA se ocupa, se vive, se habita con continuidad. Y al hacerlo, se reduce la huella de construcción por usuario, se amortiza el impacto ecológico y se convierte el lujo en algo menos culpable. Al menos, un poco menos.

“La segunda vivienda ya no es una carga, es un ritual compartido”

Comparaciones que duelen y cifras que iluminan

Los datos no mienten, aunque no siempre griten. Frente a una casa turística estándar en Okinawa, EARTH VILLA consume un tercio menos de energía, retiene el 68% del agua de lluvia (cuatro veces más que la media), mantiene el interior cinco grados más fresco y secuestra más de siete veces el CO₂ que su competidora más eficiente. Y por si fuera poco, el 85% de sus materiales pueden separarse y reciclarse al final de su vida útil. Es decir, no deja cadáver, deja compost.

¿Se puede decir lo mismo de los resorts? ¿De los apartamentos de lujo que brotan como hongos blancos en la costa, sin alma ni función más allá del “aquí estoy”? Difícil.

Lo que aprendí descalzo sobre una azotea vegetal

Recorrer el techo de EARTH VILLA sin zapatos es una experiencia que recomiendo antes de morir. Sientes el rocío, el crujido leve de la vegetación, el rumor del mar mezclado con el zumbido de los insectos que no saben que están en un techo. Y en ese instante, entiendes. El lujo del futuro no es un spa ni un dron. Es el silencio. Es el agua que vuelve. Es el abejorro que no huye de tu sombra.

Porque habitar el futuro será, en esencia, recuperar la forma de vivir del pasado, pero con herramientas nuevas. Cocinar con lo que da la azotea. Filtrar el agua que usamos. Respirar el aire que purifica la casa. Y dormir al ritmo de un círculo que no pide permiso para seguir girando.

“No es ciencia ficción. Es ciencia fricción: el roce entre la naturaleza y la inteligencia”

“La arquitectura orgánica no se diseña, se cultiva”

“El círculo no es una moda, es una estrategia energética”

“La segunda residencia puede ser aliada si se usa con cabeza y con alma”


La próxima vez que un mapa te acerque a Ishigaki, no busques una casa. Busca un latido verde. Un óvalo imperfecto que susurra al cielo y al mar. EARTH VILLA no es un capricho: es un ensayo general. Una prueba de que todavía hay formas de habitar con inteligencia, amar con mesura y construir sin herir.

¿Y si el futuro de la arquitectura no estuviera en las torres que desafían al cielo, sino en las casas que se entierran con elegancia bajo su propia selva?

Descubre más sobre EARTH VILLA en la web oficial de NOT A HOTEL

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Comparativa completa entre arquitectura convencional y EARTH VILLA

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